dramaturgo y guionista
Pedro está reunido con un escritor. Pedro es un ‘negro literario’. O al menos eso dice.
PEDRO: Calidad, de sobras; lo único que pasa es que no sé inventar historias. Pero calidad, de sobras. Sólo tiene que decirme qué quiere que le escriba y yo se lo escribo. No hace falta que me diga mucho, tranquilo, sólo… un esbozo de historia, aunque sea poca cosa. Mire, por ejemplo –se lo cuento-, me vino un escritor muy famoso y –hace años, eh- y me dijo –no puedo decirle el nombre por discreción, claro, entiéndalo-, y me dijo: “Necesito que me escribas una novela”. Y yo: “Vale”. “Pero una novela, buena, buena, eh, que quiero que sea mi primer gran pelotazo”. Y yo: “Venga”. Y él: “Mira, la historia es esta: un hombre está delante de un pelotón de fusilamiento y de repente le da por acordarse de la primera vez que vio el hielo”. Y yo: “Joder. Bueno. Vale. Y le escribí la novela”. Luego, más tarde, un amigo suyo –del tío este- se enteró de que yo se había escrito la novela esa y me llamó –él también era escritor- y me dijo: “No te has currado mucho los nombres de los personajes pero… es buena, es buena”. Y yo: “Es que no sé inventar nombres, no sé inventar historias pero, calidad, de sobras. Sólo tiene que decirme qué quiere que le escriba y yo se lo escribo”. “Pues, apunta”. Me dijo lo que quería que le escribiera y se lo escribí. Y me dijo: «Y a partir de ahora sólo escribirás para mí”. Tenía mucho dinero. Y yo: «Vale». Lo que pasa es que el otro me necesitaba –cuando se empieza no se puede dejar- y me pidió que le escribiera otra novela, en secreto. Y yo: “Buuueno. Vale”. Y me cuenta: “Ésta va sobre un tío». «Sí, qué». «Lo matan». «¿Lo matan?» «Así, de repente, nada más empezar, sin intriga”. Y yo: «¿Ya está?» «Ya está». Y yo: «Hombre, dame más información”. “Bueno. El día que lo matan se levanta a las cinco de la mañana.” Y yo yo: “Joder. Bueno. Vale”. -Que manía con matar, ¿no?- Y le escribí la novela. En secreto. Pero el otro se enteró. El del dinero. Y… qué mal se lo tomó. Fue a buscar a éste y le arreó un puñetazo… Dejaron de ser amigos. No se han hablado durante años. Más que nada porque les he seguido escribiendo a los dos. Es que cuando se empieza no se puede parar. Ellos me llaman, me dicen: “La historia es esta”, y yo les escribo la novela. Me avanzan el dinero y ya está. Así que tranquilo. Sólo tiene que darme una historia. No hace falta que sea mucho. Pero necesito una historia. Porque, yo, no sé inventar historias. No sé. Mire… no sé. Pero calidad, ya le digo, de sobras.
Un monólogo eficaz, divertido, con ritmo y lleno de capas. Presenta un personaje cercano y contradictorio, que permite al actor lucirse sin caer en excesos, siempre y cuando mantenga una base realista.
Un “negro literario” (“ghostwriter”) asegura que no sabe inventar historias mientras cuenta una historia evidente y absurdamente inventada sobre trabajar en secreto para dos escritores famosos y rivales.
Realista con un fuerte componente humorístico, meta-literario y autoparódico. El lenguaje es coloquial, directo, con ritmo conversacional y apariencia de espontaneidad. El monólogo juega con la ironía y el contraste entre lo que Pedro afirma y lo que realmente muestra.
Cómico con tintes de patetismo dulce, donde la inseguridad del personaje convive con su necesidad de impresionar. Combina la anécdota absurda con un tono aparentemente profesional.
Medio-alto. Requiere control del ritmo, habilidad para manejar el humor desde la verdad emocional, precisión en las repeticiones (“calidad, de sobras”, “no sé inventar historias”), y mantener una línea entre ingenuidad, descaro e ironía.
Ideal para actores entre 25 y 50 años, aunque podría ampliarse según la propuesta escénica. El personaje funciona como alguien con cierta experiencia laboral pero con un punto infantil en lo emocional.
La ironía de la creación artística: alguien que afirma no saber inventar historias… inventando una historia claramente absurda (porque parece referirse claramente a García Márquez y Vargas Llosa). El valor personal frente a un sistema que te considera prescindible.
Pedro quiere ser valorado. Necesita demostrar que tiene talento (“calidad, de sobras”) aunque dice no saber inventar historias. Su gran contradicción revela su deseo de obtener el encargo y ser admirado por alguien que considere su maestro o cliente ideal.
“Míreme, soy bueno. Créame. No me abandone. Contráteme.”
Mientras afirma que no puede inventar historias, está construyendo una historia falsa para demostrar su valía. El subtexto es una mezcla de súplica y necesidad de afirmación.
¿Se puede adaptar al género femenino?
Sí, se adapta perfectamente.
Solo cambiar el nombre del personaje y ajustar los artículos/pronombres (negra literaria, me dijo “necesito que me escribas”, etc.). La historia no depende del género.
Funciona igual de bien o incluso mejor, porque:
No afecta al humor ni a la lógica interna del texto.

