dramaturgo y guionista
Susana: Sí, todas aquellas películas quedaron atrás, aquella cabecita loca quedó atrás. No reniego de aquellas películas, qué va. Fueron buenas películas para adolescentes pero, ya digo… para adolescentes, ¿entiende? Entretenimiento, Palomitas. Ahora mi carrera ha dado un giro. Estoy en la madurez. Ahora preparo a conciencia los papeles. Papeles serios. Me sumerjo en los personajes, en sus circunstancias. Estudio a fondo todo lo que tiene que ver con ellos. Para hacer de Jenny, la prostituta de “Camino de rendición”, estuve tres meses frecuentando el parque de la Libertad, por la noche. Me vestía como una Jenny de verdad y pasaba horas allí. Fue impresionante. Luego, en el rodaje, cuando decían ‘¡acción!’ para mí era como si dijeran ‘¡Sigue’. Fue… ¡tan real para mí! Aún me escribo mails con algunas de las chicas del parque. Esta nueva etapa de mi vida me está sirviendo para tomar conciencia sobre muchas cosas: la problemática de la prostitución, por ejemplo. Ahora lo veo todo de otra manera. Me está ayudando a crecer como persona. Estoy ganando… conciencia social. Profundidad. Si Unicef me lo propusiera, no dudaría en hacerme embajadora de buena voluntad. Desde hace un tiempo elijo las películas con mucho cuidado. Leo muchos guiones. Tendría que ver la cantidad de porquería que me llega. Y hay que seleccionar. De entrada no descarto nada, lo leo todo, porque puede que se esconda una pequeña joya en una montaña de… guiones. Y fue el caso de esta película. Tenía en casa una montaña de guiones. Los leí todos; y el último, éste –tal como lo digo–. Bueno, la película no es maravillosa, el guión tiene algunos fallos, pero lo compensa el personaje de Eileen. La primera mujer en el corredor de la muerte. Bueno, no la primera, pero sí la más importante. La pena de muerte parece cosa de hombres, verdad. Pues, no lo es. También hay mujeres en el corredor de la muerte. ¿Cuánto rato ha pensado en ello? Yo, nunca. Y ahora, desde hace unos meses, estoy sumergida. He tomado conciencia, mucha conciencia. La pena de muerte es, es terrible. Había querido hablar con Eileen, la Eileen autentica –porque esta historia está basada en hechos reales– pero cuando fui a hablar con ella no pude hacerlo porque… ya estaba muerta. La habían ejecutado. Es terrible la pena de muerte… (abatida) Tuve que interpretar el personaje sin referencias. Aun así, creo que lo hice bastante bien.
Este monólogo muestra el contraste entre el discurso serio del personaje y la imagen que proyecta. Funciona especialmente bien cuando la actriz cree de verdad en lo que dice, dejando que la contradicción aparezca sola, sin subrayados, y convirtiendo la entrevista en un retrato irónico y reconocible.
En una entrevista promocional, Susana defiende su “nueva etapa de madurez artística”, pero cuanto más habla de conciencia, compromiso y profundidad, más se revela la ingenuidad y ligereza que dice haber superado.
Realista, verbal y acumulativo. El texto imita el tono de una entrevista cultural o promocional, con respuestas largas, explicativas y algo desordenadas, donde la actriz parece pensar mientras habla. El estilo se apoya en la repetición, el exceso de justificación y la autoafirmación constante.
Serio en apariencia, pero claramente irónico para el espectador. Susana habla con solemnidad y convencimiento, mientras el contraste entre lo que dice y cómo lo dice genera la comicidad. No hay burla explícita: el humor surge de la distancia entre intención y resultado.
Media. El texto es fluido y agradecido, pero requiere precisión para no convertirlo en caricatura. La dificultad está en tomarse el discurso completamente en serio y confiar en que el contraste hará el resto.
Actrices de entre 25 y 30 años. El personaje es una muchacha joven, pero se autopercibe “en la madurez”, y ahí reside parte de la gracia.
También puede ser interpretado por actrices de más edad. En ese caso, cambia un poco el sentido y la percepción del monólogo. Ver epígrafe Posible variación.
La falsa madurez.
Ser tomada en serio como actriz y como persona adulta, demostrar que ha dejado atrás una etapa frívola y que ahora posee profundidad, conciencia y prestigio profesional.
“Quiero que me vean como alguien importante.” Todo el discurso está al servicio de esa necesidad, aunque el resultado sea el contrario.
El monólogo busca que el espectador empiece escuchando una entrevista normal y acabe percibiendo que la actriz se contradice. Que vea cómo intenta mostrarse seria, profunda y madura, pero que, según habla, se le escapa otra cosa.
¿Se puede adaptar al género masculino?
Sí, perfectamente.
Funcionaría como el retrato de un actor joven que se cree ya “de peso” y comprometido, revelando la misma mezcla de entusiasmo, ingenuidad y autoimportancia, con un humor igualmente eficaz basado en la falta de distancia crítica.
Posible variación
¿Qué pasa si lo interpreta una actriz de más edad?
Que el eje del monólogo se desplaza.
Con una actriz joven, la gracia principal está en que Susana cree estar en la madurez cuando todavía no lo está. El contraste es biológico, vital y mental a la vez.
Con una actriz de más edad, ese contraste ya no puede apoyarse en la edad, así que el espectador lee otra cosa.
Una mujer de 50 años, por ejemplo, sí está objetivamente en la madurez, así que el espectador no cuestiona eso de entrada. El foco ya no está en “qué joven es para decir esto”, sino en “qué discurso se ha construido sobre sí misma”.
La ironía pasa de ser vital a ser ideológica.
En una actriz joven, Susana resulta: entusiasta, algo ingenua, verborreica, todavía simpática
En una actriz mayor, puede leerse como: muy instalada en su relato, más rígida, más necesitada de autojustificación, con un ego más cristalizado
El humor se vuelve más ácido, menos ligero.
Cuando una joven habla de “aquella cabecita loca”, suena a exageración.
Cuando lo hace una mujer de 50, puede sonar a relato defensivo, a reescritura interesada de su carrera, incluso a ajuste de cuentas con su propia imagen pública.
El texto pierde frescura pero gana peso.
Con una actriz de 50 años, el monólogo funciona, pero ya es otro monólogo.
Deja de hablar tanto de una joven que quiere ser madura y pasa a hablar de alguien que necesita convencerse (y convencer) de que lo es.
Para casting, suele ser más eficaz y más gracioso en una actriz joven.
Para escena o lectura dramatizada, una actriz mayor puede hacerlo más incómodo, más crítico y más seco.

