dramaturgo y guionista
Marta está en una entrevista de trabajo. El entrevistador le ha pedido que, antes de empezar, se tape los ojos y describa la habitación.
Marta: (Tapándose los ojos con una mano) Detrás de mí hay una pared lisa, color blanco, con un cuadro en medio con el detalle ese de la Capilla Sixtina en que se ve a Dios dando la vida a Adán, de esos que venden en Ikea. La pared la acabaron de pintar hace poco, por cierto, vamos, todas las paredes, todo el despacho está recién pintado, aún huele a pintura. A mi derecha –a la izquierda para usted– una línea de estanterías llenas de cajas archivadoras, aún vacías –si estuvieran llenas no se sostendrían en pie de esa manera–. La pared del fondo aún esta blanca, sin nada, y para llenarla un poco, han puesto una planta de pie delante, artificial, muy resultona, y, a un lado, un perchero. En el perchero hay colgado un casco de moto color blanco merengue, que lleva pegado un adhesivo del Real Madrid –está del revés, por cierto, boca abajo–. A mi derecha, una ventana con persiana de lamas, que, por la posición que la habitación tiene en el edificio debe de dar a un patio interior, y porque si tuviera una vista abierta, bonita, se vería. Y en medio de la habitación, una mesa despacho, también de Ikea, con todos los accesorios típicos –ordenador, abrecartas, un bote con bolígrafos, fotos de la familia, y usted mismo, dando golpecitos en la mesa con esas manos gruesas que aún tienen restos de pintura blanca entre los dedos–. (Se destapa los ojos) ¿Era esto?
Mi nombre es Marta y… (se interrumpe) No acabo de entender –perdone que se lo diga– esta nueva moda de empezar las entrevista de trabajo con esto. ¿Sabe que en la oficina de empleo nos avisan? Todas las que pasen le van a describir perfectamente el despacho, hasta la menos observadora. Mire, le diré algo. ¿Quiere saber de verdad si una persona es observadora? Haga esta prueba, es infalible, ¿puedo?, gracias:
Cítese con alguien a una hora determinada, en la otra punta de la ciudad. Salga de casa con tiempo de sobras para llegar puntual. Cuando llegue al sitio, no encuentre aparcamiento. Y pierda mucho tiempo dando vueltas. Cuando esté a punto de cumplirse la hora y usted aún no haya encontrado aparcamiento y esté desesperada, desesperado porque va a llegar tarde –y no puede telefonear a la persona porque no tiene su número de teléfono directo–, deje que se vehículo se estropée en medio de la calle, deje que se le rompa el radiador, por ejemplo, y empiece a salir ese humo blanco tan típico de las averías de radiador. En ese momento estará en una posición privilegiada para saber si las personas que le rodean son observadoras.
Si el tipo que viene detrás con una moto, por ejemplo, le pita como un energúmeno, le adelanta, y al pasar por su lado le llama imbécil y suelta: “¡Sólo a una mujer se le ocurre aparcar en medio de la calle!”, sabrá con seguridad que esa persona no es observadora. No porque se haya puesto un adhesivo del revés en su casco blanco merengue sino porque una persona mínimamente observadora vería muy fácilmente que está en una situación difícil, incómoda, indeseada. Y ahora me pregunto: ¿es inteligente que me plantée trabajar para alguien que no superaría la prueba que me está haciendo?
Monólogo que permite lucir claridad, inteligencia y sentido del humor sin necesidad de grandes subrayados ni dramatismo, apoyándose en la lógica interna del personaje y en una progresión muy limpia que conduce, casi sin darse cuenta, a un cambio de poder.
Lo que parece una prueba ingeniosa de selección acaba convirtiéndose en un retrato afilado sobre quién observa de verdad… y quién solo cree hacerlo.
Realista contemporáneo, con escritura precisa, detallista y muy oral. El texto avanza como un razonamiento en voz alta que va ganando seguridad y filo.
Ligero, irónico y progresivamente desafiante. Comienza desde la colaboración educada y termina desde una posición de claridad y fuerza.
Medio. El reto está en la claridad del discurso, el ritmo y la progresión interna, más que en la carga emocional.
Para actrices entre 25 y 60 años. Rango interpretativo amplio, adaptable a distintas energías (más joven/precaria o más segura/experimentada).
La verdadera capacidad de observación entendida como empatía y comprensión del contexto.
Demostrar su valía desde la inteligencia real y no aceptar un marco de evaluación que considera injusto o superficial.
Marta no solo está pasando una entrevista: está decidiendo si quiere trabajar para esa persona.
El monólogo busca que el espectador se sienta cómplice, que disfrute viendo cómo alguien aparentemente evaluado acaba tomando el control de la situación y que, al final, sonría con la sensación clara de que la inteligencia no siempre está donde se supone.
¿Se puede adaptar al género masculino?
Sí, sin dificultad estructural.
Funcionaría como un retrato de inteligencia práctica y pensamiento crítico. En versión masculina, el personaje puede resultar menos cuestionado socialmente, lo que desplaza el foco hacia la ironía y el desafío intelectual más que hacia el prejuicio.

