dramaturgo y guionista
Elena y su compañero son policías. Llevan tiempo siguiendo la pista de una asesina misteriosa que no deja de matar. Unos indicios de última hora –y una sospecha que viene de antiguo– acaban de confirmarle al compañero de Elena que ella, Elena, muy probablemente es la asesina. En lugar de comunicar este hallazgo al departamento, el compañero se lo ha dicho a Elena, a la cara. No ha podido resistir el impulso. Ha actuado por vanidad. Llevaba demasiado tiempo soportando que todo el mundo dijera que Elena era mejor investigadora que él.
Elena: ¿Cómo? ¿Qué yo soy la “Dama de Negro”? ¿Que la mujer que lleva más de diez asesinatos a sus espaldas en esta ciudad… soy yo? (piensa) ¿Cómo se te ha podido ocurrir? No, no, no, espera, déjame hablar. Lo sé. Supongo que habrás reunido pruebas –eso son pruebas ¿no?– o indicios, o sospechas que te dicen que la Dama de Negro soy yo, vale, sí. Mi pregunta es: ¿Cómo se te ocurre decírmelo aquí –¡aquí!– si sabes que la Dama de Negro mata a sus víctimas cuando está a solas con ellas? (silencio) ¿Te parece buena idea venir hasta aquí a decírmelo? ¿Hasta aquí? (grita, abriendo los brazos) ¡Hola! ¡Mi compañero dice que yo soy la Dama de Negro! Negro, Negro, Egro… (reproduce ella misma el eco, luego mira a su compañero) Ni cobertura de móvil hay. No me lo puedo creer. Has sido tan vanidoso que has corrido a decírmelo enseguida que llegaste a esa conclusión. Te morías por demostrarme que tienes mejor instinto investigador que yo. Nunca has soportado que una mujer brille más que tú en el Departamento. Pues, ¿sabes? –voy a pensar en voz alta–… (mira a su alrededor, no hay nadie a kilómetros de distancia) Yo… Creo que seguimos persiguiendo pistas falsas, creo que esa asesina es asquerosamente lista, que disfruta matando y riéndose de tipos como tú; y creo… que no soy yo. Eso creo. Y creo que te conviene que yo siga teniendo mejor instinto investigador que tú… ¿No crees? (el hombre no contesta) (Se vuelve al infinito y grita haciendo eco) ¡No crees! ¡Ocrees! ¡Crees! ¡Crees!…
Monólogo intenso y preciso. Ofrece un arco emocional claro pero contenido, con espacio para demostrar presencia, control, y un juego psicológico que enganche al espectador. Permite lucirse sin necesidad de grandes movimientos ni excesos verbales: todo está en la mirada, la pausa y la intención.
Una agente, sorprendida por la acusación absurda de su compañero, lo somete a un juego inquietante de poder y ambigüedad que hace dudar tanto al compañero como al espectador sobre si realmente podría matar.
Directo, seco, con silencios cargados; mezcla precisión policial con manipulación emocional, ecos casi teatrales y un uso muy expresivo del espacio.
Siniestro, irónico, ambiguo, tenso. Oscila entre la calma controlada, la burla y la amenaza.
Alto. Exige dominio del subtexto, control de silencios, manejo de cambios de ritmo y la capacidad de sugerir peligro sin mostrarlo abiertamente.
Actriz entre 30 y 55 años, o cualquier intérprete que pueda dar credibilidad a una agente experimentada y con autoridad.
La dominación psicológica y el juego de poder dentro de una relación profesional marcada por la vanidad y la sospecha.
Reafirmar su autoridad y castigar la vanidad del compañero, demostrándole que subestimarla tiene un precio. No quiere matar: quiere que él sienta el miedo que su acusación injusta ha generado.
“Quieres demostrar que eres mejor que yo… y ahora vas a pagar ese atrevimiento sintiendo, por un instante, que soy capaz de matarte”.
El subtexto oscila entre: “no soy la asesina, pero podría serlo si quisiera”.
El monólogo busca que el espectador sienta una tensión incómoda y creciente, dudando todo el tiempo de si está escuchando a una inocente acorralada o a alguien que juega con ventaja.
¿Se puede adaptar al género masculino?
Sí, se puede adaptar fácilmente.
Los cambios serían mínimos: sustituir el sobrenombre del asesino yreferencias de género (“una mujer brille más que tú”) por equivalentes para un hombre, transformando el matiz machista en otro tipo de rivalidad (estatus, experiencia, antigüedad, favoritismo del departamento).
Funcionaría muy bien interpretado por un actor, aunque perdería el interesante subtexto de machismo que alimenta la tensión. A cambio, ganaría una lectura más clásica del duelo masculino: orgullo herido, celos profesionales, dominación territorial. Seguiría siendo igual de efectivo como monólogo noir, solo ligeramente distinto en su resonancia.
¿Variaciones?
¿Qué cambiaría si Elena SÍ fuera realmente la Dama de Negro?
Es decir, pasaría de un juego psicológico a una eliminación estratégica.
La ambigüedad dejaría de ser un recurso teatral y se convertiría en amenaza real.
La actriz tendría que contener aún más las emociones:
➤ menos explosiones externas,
➤ más calma inquietante,
➤ más precisión en la mirada,
➤ más placer interno.
La estructura se resignifica:
En la versión original, él es un idiota vanidoso que se lleva un susto.
En la versión alternativa, él se convierte en:
La energía pasa de “te asusto” a “te liquido”.
La ambigüedad se desplaza:
La pregunta cambia, pero la tensión sigue viva.
Curiosamente, el texto no necesita cambiar ni una coma para que funcione con ella siendo culpable.
Lo que cambia completamente es cómo se interpreta.
Es un buen ejemplo de doble lectura:

