Debes decidirlo tú

Conchita:  Cariño, no tienes que preguntarme. Yo elegí a tu padre en contra de la opinión de toda mi familia. Y he sido feliz. Te tuve a ti. (Sonríe cálidamente) ¿Es el hombre de tu vida? Pues, adelante, qué voy a decirte yo: tienes cuarenta años, ya no eres una niña… ¿De dónde vienen las dudas, corazón? ¿De lo que opinas tú o de lo que habla la gente? No hagas caso de lo que diga la gente. Piensa por ti misma. Piensa en ti. ¿Dices que casarte con ese hombre te hará feliz? Pues, ya está. Eso es lo único que importa. Yo sé que estás sinceramente enamorada de él. Siempre lo has estado. Desde que tenías diez años. Por ese hombre me hiciste apuntaste a baile, ¿te acuerdas, que tú dudabas porque te daba mucha vergüenza y yo decidí por ti? Seguro que, cuando le miras a la cara, aún ves al Martin Sharpe de los “Los reyes del baile” o de “Danza conmigo”. Qué voy a decirte yo. Si crees que te hará feliz, adelante. Yo no deseo otra cosa que tu felicidad, hija mía (sonríe complaciente). Te vas a casar con el capital Marley de “Tormenta en los mares del sur”, con el Jack Balance de “Puños de gloria”, con el príncipe desterrado de “Jaque a la corona”… Un hombre maravilloso, sin duda. No te podrá convertir en reina, ni se pegará por ti en un ring, ni te llevará a navegar en un velero por los mares del sur, ni podrá sacarte a bailar. Tiene más de ochenta años, ya. Pero sigue siendo Martin Sharpe, la leyenda Hollywood, la estrella que enamoró a medio mundo durante más de cuarenta años. Y aún tiene esa mirada seductora. Y con esa mirada, aunque ya no hable, te ha elegido a ti. ¿Quieres casarte con él? No me toca a mí decidir… como no le correspondería decidir a la mamá que acaba de dar a luz en ese hospital de enfrente sobre tu relación con su bebé dentro de cuarenta años… si te enamoraras de él.  (se sorprende) ¡Mira qué ejemplos tan disparatados me haces decir! Hija, no me preguntes, debes decidirlo tú.

 

Indicaciones:

Contrariamente a lo que dice, Conchita sí quiere decidir. Siempre lo ha hecho. Es una madre posesiva y controladora. No obstante, articula el discurso de manera que parezca que deja la decisión en manos de la hija. Pero no es así. Y quiere que quede suficientemente claro. Sobre todo al final.

Argumenta en varias ocasiones que su hija ya es lo bastante mayor como para tomar ella misma la decisión («Tienes cuarenta años»). En realidad le está recordando que, en todo este tiempo, nunca ha sido capaz de tomar una decisión importante por sí misma (empezando por la de unirse a un hombre). Ahora no va a ser diferente. Y, en el caso que se presenta, hay además un flagrante problema de edad: el hombre es demasiado mayor para que tenga una relación con ella. Y con toda la intención del mundo, Conchita lo ilustra con un ejemplo tan tramposo como falaz (el ejemplo del bebé), pero que posiblemente va a resultar muy efectivo.

Lo que quiere Conchita, en definitiva, es que su hija continúe bajo su control. Quiere borrarle de la cabeza cualquier esperanza de que las cosas cambien. Y todo ello lo hace, por supuesto, con un tono de bondad, cariño, ternura, complicidad. Como lo haría una buena madre que piensa en el bienestar de su hija y no en el propio.

Preguntas frecuentes:

(responde Marc Egea)

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No.

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No hace falta. Puedes utilizar cualquier monólogo para casting sin pedir ningún permiso.

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