dramaturgo y guionista
ADUANERA: Tengo para ti una noticia buena y una mala. La mala es que sé lo que hay en tu maleta. No te molestes en negarlo, lo he visto por rayos X. Calculo que llevas cuatro quilos. Si te tomaste la molestia de conocer un poco nuestra legislación antes de lanzarte a hacer la tontería que has hecho, sabrás que por cuatro kilos te condenan a 20 años. Veinte largos años en un auténtico infierno. ¿La buena noticia? Lo más probable es que el pesaje oficial diga que llevabas tres kilos. Uno menos. Así que, en vez de 20 años, te caerán 15. Quince años en un auténtico infierno.
¿Te parece justo? A mí no me lo parece. Quizá ahora mismo no quieras ni pensar en ello pero te aseguro que no es justo, no lo es. Gracias a estas «pérdidas», los funcionarios de pesaje ganan en un minuto lo que un funcionario honrado de aduanas no gana en una vida entera trabajando. He visto a muchas chicas como tú encubrirlos. Por 5 años. 5 miserables años de rebaja. ¿Acaso son pocos, quince años de cárcel? Es un mal negocio, te lo digo yo. Estoy harta de verlo. Luego os arrepentís todas, pero para cuando llegan las lágrimas es tarde. Esos corruptos van a ganar en unos minutos muchísimo más de lo ibas a ganar tú por este transporte, y sin ningún riesgo. Ellos son parte del negocio, bonita. Y tú eres la tonta necesaria. Lo has arriesgado todo para nada. Y la rueda sigue girando. Después de ti vendrá otra, y otra, y otra…
No llores, escúchame. La mala noticia es que he descubierto que llevas cuatro kilos en la maleta, sí. Pero la buena noticia no es que esos cuatro kilos se vayan a quedar en tres. La buena noticia es que sólo lo he visto yo. Nadie más. Y eso significa que vas a tener una segunda oportunidad. Quiero poner fin a estas injusticias. La corrupción lo está pudriendo todo. Escúchame bien, te diré lo que vas a hacer: Te secarás las lágrimas y saldrás de esta habitación con total normalidad. Esto sólo ha sido un control rutinario de pasaporte. Tomarás el pasillo de embarques y te detendrás al llegar a las terminales. Allí, a la izquierda, verás que hay unos baños. Entrarás en el de mujeres. Dentro verás que hay seis cabinas. Entrarás en la tercera. En la tercera empezando por la izquierda, no te equivoques. Una vez dentro, abrirás el depósito de agua y meterás dentro, con cuidado, esos cuatro paquetes. Luego saldrás del baño, irás a tu mostrador de embarque, tomarás el avión con el resto de pasajeros y no volverás a pisar este país nunca más. ¿De acuerdo? No llores. Anda, ve. No me lo agradezcas. No lo hago por ti, ni por mí: Sólo hago lo que es correcto. La tercera cabina, recuerda, la tercera, no te equivoques.
Indicaciones:
Esta aduanera es tan corrupta como los funcionarios corruptos a los que dice aborrecer, lo que ocurre es que está empleando un discurso con el que quiere que la víctima la vea como un ángel salvador. Es por ello que la actriz que interpreta a la aduanera deberá adoptar un tono extremadamente dulce, conciliador. Pero deberá conseguir también que se mantenga viva la amenaza que pesa sobre la víctima si no sigue las indicaciones que ella le está dando. Es un doble juego. Es «el malo» de la película salvando al héroe de la caída que él mismo está causando, es un secuestrador avivando el «síndrome de Estocolmo».
El lenguaje corporal de la actriz tendrá que conciliar todos estos matices a lo largo del discurso: la rigidez de la autoridad policial, el arrojo del funcionario honrado que se rebela ante la injusticia, y la calidez y proximidad de la persona desinteresada que quiere ayudar.