dramaturgo y guionista
GERARDO: (a una niñita en la cuna) ¿Sabes? Tu padre era un tipo estupendo. Salía mucho con tu padre, yo. Salíamos todo el grupo: a cenar, de bares, al cine, a ver fútbol, a jugar a fútbol… Era buenísimo jugando a fútbol, tu padre, ¿lo sabías? Jugaba por la banda, se escapaba de todos, qué bueno era. Joder… Pero lo que más me gustaba de tu padre era que podías hablar con él, en cualquier momento, de cualquier cosa. Anda que no pasé horas hablando con tu padre de todo: de política, de fútbol, de ciencia, de todo.
Y ahora… Ahora… Joder.
Siempre que le llamo me dice que no puede porque… No te lo tomes mal pero… no puede por ti. Se pasaría las veinticuatro horas del día mirándote. Y se gastaría, ¡se gasta!, todo el dinero en ti: “Necesita una cuna”, la mejor cuna; “Necesita un humidificador para la habitación”, humidificador; “y luz natural”; Toma luz natural. Ahí no había ventana, ¿lo sabías? Era todo pared y la hizo agujerear. Por ti. “Necesita ropita”, y joder qué armario. “Y zapatitos”, ¿de verdad necesitas zapatitos, criatura? Si casi no sales de la cuna, que sólo gateas. Y un walkie talkie, ¡un walkie talkie!, ¡pero si no hablas! ¡Para qué coño quieres un walkie talkie!
Él no era así. Lo han cambiado. Tu madre lo ha cambiado. Tu madre –te lo digo en confianza- no me gusta un pelo. Nunca me ha gustado. Ya se lo dije el primer día: “Lleva cuidado con Carmen”. Y vaya si me hizo caso. Tu padre era un tío despreocupado y, míralo ahora, está neurótico, está obsesionado: cunita para la nena, humidificador para la nena, ventana para la nena, ropitas para la nena, ochocientos zapatitos para la nena, un walkie talkie para la nena ¡un walkie talkie! ¡Para qué coño quieres un walkie talkie si no hablas! (Un impacto lo calla súbitamente)
¿Qué has dicho? (Mira a la niña con aterradora sorpresa. La niña no contesta. Parece que el sonido viene de la cuna) Carmen… ¿Carmen?… ¿Jose?…
(Nota: en el arranque puede parecer que el padre de la niña ha fallecido)