dramaturgo y guionista
Jack es el jefe de una expedición de cazafortunas que salió tres meses atrás en busca de un tesoro escondido en las profundidades de una mina abandonada en el corazón de África. Acaba de encontrar el tesoro. Los cuatro miembros de la expedición observan maravillados el montón de oro.
JACK: (hipnotizado por el magnetismo del oro, sin dejar de mirarlo) Sé lo que viene ahora. Metemos el oro en sacos y empezamos a deshacer el camino, y… Cuando salgamos al sol, voila, sólo seremos tres. Un accidente. Subimos a los jeeps y antes de que lleguemos al campamento, bang, otro accidente. Los dos héroes supervivientes llegarán al campamento, pasarán la noche y, cuando amanezca… sólo quedará uno. (Silencio. Responde al interrogante que se deben de estar haciendo los otros:)
Los cuatro pudimos salvar a Toni y no lo hicimos. Uno menos para repartir. Vaya. ¿Fui el único que pensó eso? Estamos en un lugar de muerte. Aquí vivir es lo raro. Los accidentes pasan. Hablemos claro:
No os conozco mucho pero estoy seguro de que ninguno de vosotros ha jugado en la vida a la ruleta rusa. Yo tampoco, pero una vez vi una partida. Y os aseguro que es el juego más estúpido que existe en el mundo. Si hacemos ver que somos buenos profesionales y cargamos el oro en sacos y salimos por ahí sin decir nada, estaremos empezando una partida a la ruleta rusa. ¿Creéis que podéis ganar? Todo el mundo, cuando juega una partida a la ruleta rusa, cree que va a ganar, y los restos esparcidos del cerebro del tío que ví perder, si pudieran conectarse, seguramente tendrían un destello de pensamiento que más o menos diría: “Voy a ganar”. Mirad a quien tenéis a lado: quiere mataros. Y los otros dos también. Tres balas y cuatro disparos. Lo más probable es perder.
Propongo un juego mejor que la ruleta rusa – los rusos son gilipollas, sólo hay que ver cómo está Rusia, dá pena-, propongo una ruleta americana, no, Suiza. Consiste en esto: cogemos el oro de ese baúl y lo ponemos en sacos. Y donde ahora está el oro, en el baúl ese, dejamos las armas que llevamos encima. Cerramos el baúl y salimos de esta maldita cueva. Luego vamos al campamento y nos dividimos el oro en cuatro partes iguales. De vuelta a casa, le decimos al gobierno que no pudimos encontrar el tesoro. ¿No os parece más inteligente? (Espera respuesta) No decís nada. Bien, lo tomo como un sí. Contaré a tres, muy despacio y sacaremos nuestras armas, y las dejaremos ahí. ¿De acuerdo? Venga, muy despacio, ahora: uno… dos… y…