dramaturgo y guionista
«Si se puede recortar, se DEBE recortar». Esta máxima no es mía pero la suscribo.
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Cuando uno escribe ficción conviene que sea generoso, que escriba sin freno, sin censura. Pero cuando revisa lo escrito, más tarde, con calma: tiene que ser frío.
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Todo cuanto quede en un guion deberá ser necesario, imprescindible. Si algo se puede suprimir sin que la comprensión -la lógica, la evolución- del relato se resienta, mejor quitarlo. Porque muy probablemente esta lastrando la historia. Aunque no se note.
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Yo mismo lo he comprado recientemente.
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Resulta que, por razones comerciales (Pack Producción), me planteé acortar mi obra de teatro «A mi manera» de 80 minutos a 70.
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Afronté la tarea con ciertas reservas. En su día el texto me dejó satisfecho. Pero en cuanto detecté la primera palabra innecesaria, agarré la tijera y me sentí muy bien. Hacía años que no lo leía y, realmente, lo necesitaba. Finalmente, ha quedado en 70 minutos. Y creo que ahora es mejor que antes. Estoy contento.
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Dije que lo hice por razones comerciales…
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Últimamente las carteleras teatrales están cambiando (la forma de programar), hay una adaptación a los nuevos tiempos (Covid a parte).
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Parece que ciertos productos cada vez deban durar menos. Por supervivencia. Efecto «YouTube», creo que lo llaman. No hablo de teatro solamente. Dicen que los chavales ahora apenas ven partidos de fútbol porque les parecen largos. Conozco incluso a quien se marchó de un concierto de Bruce Springsteen porque «no acababa nunca» (y era fan). En fin.
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Lo cierto es que algunas salas teatrales que antes programaban una sola obra al día, ahora programan varias obras -más cortas-.
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Esto es un hecho. ¿Es una tendencia?
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¿Significa esto que se van a acabar las obras largas? No lo creo. Significa -pienso yo- que las obras largas que se programen van a tener que ser extremadamente buenas.
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Y las cortas -cada vez más- también. Si se quiere competir contra el Efecto YouTube. Que, por cierto, no me parece algo malo.
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