La evolución tecnológica y las obras de ficción

“Una llamada telefónica hubiera podido impedir la tragedia de Romeo y Julieta”, dijo el dramaturgo y director teatral Alan Ayckbourn en su libro “Arte y oficio del teatro” en 2002 -ahora probablemente cambiaría el teléfono por un whatsapp (“Oye Romy, stoy drmda , k no stoy muerta, ja, ja, ja!”)-.

Esto del progreso tecnológico invita a dos preguntas: ¿Se escribiría ahora “Romeo y Julieta” cuando su desenlace es tan evitable? Y… ¿Hay que seguir representando “Romeo y Julieta” en la actualidad cuando funcionalmente ha quedado desfasada?”

La respuesta a la primera pregunta creo que es un: no. Pienso que Shakespeare no escribiría ahora “Romeo y Julieta”. Al menos, tal como la escribió en su día. Pero posiblemente sí la escribiría de otra manera. “Romeo y Julieta” habla del enfrentamiento entre clanes, de la superioridad moral del individuo frente a la masa. Creo que ahora escribiría una obra con distinto argumento, quizá con distintos personajes, pero con igual maestría a la hora de representar esos mismos temas.

La segunda de las preguntas, ¿se debe seguir representando “Romeo y Julieta” a pesar de haber quedado superada por los cambios tecnológicos? Esta pregunta la contesta el propio Ayckbourn en su libro con un: Sí, Romeo y Julieta sobrevivirá gracias a la verdad psicológica de sus personajes.

Este último asunto admito que me ha quitado horas de sueño. No por “Romeo y Julieta”, sino por una de mis obras, titulada “A mi manera”.  Admiro la contundencia de Ayckbourn con este asunto pero durante mucho tiempo yo no lo he tenido tan claro -no respecto “Romeo y Julieta” sino a mi obra-. Escribí “A mi manera” en 2005, cuando casi no había internet en las casas y los smartphones aún no eran un proyecto en la mente de Steve Jobs. En el caso de “A mi manera”, el desenlace de la trama se impide con un simple mensaje de voz. Pues vaya. ¿Eso es un problema? Durante mucho tiempo he pensado que sí, y encerré la obra en un cajón, satisfecho y triste por haber cumplido su ciclo vital. Pero se acabó. Me acojo al discurso de Alan Ayckbourn. Y la reivindico. Porque la obra sigue siendo actual.

¿Igual sólo era cuestión de informar al espectador del momento histórico en que trascurre una historia?  En el caso de “Romeo y Julieta” ni siquiera hace falta porque todo el mundo sabe que en tiempo de Montescos y Capuletos no había whataspps ni teléfonos. En el de “A mi manera”, sí, así que lo digo ahora: transcurre en 2005, cuando la irrupción de internet a penas empezaba a ofrecer una nueva manera de comunicarse. Ya está. Ya lo he dicho. Ya puedo dormir. Gracias, Mr. Ayckbourn.