dramaturgo y guionista
¿Qué nos limita a la hora de escribir?
A menudo, la falta de límites.
Un ejemplo. Nos mandan escribir una redacción. Tema libre, podemos escribir sobre lo que queramos. ¿Qué escribiremos? De entrada, probablemente nada, porque nos costará enfocarnos. Sin embargo:
Nos mandan escribir una redacción. Y nos obligan a hablar sobre: un ventilador, un peluche y un pasaporte. ¿Un ventilador?, ¿un peluche?, ¿un pasaporte? ¡Qué tontería es esa! Sí. Pero ya estamos enfocados. Nos especifican, además, que deben aparecer en ese orden. Vale. Pues… Vale.
Cuando un dramaturgo o guionista empieza a escribir un trabajo por encargo, aunque cueste creerlo, las restricciones que le imponen desde producción… suelen ser una ayuda.
Pueden ser restricciones formales (número de personajes, número de localizaciones, tipo de personajes, de localizaciones, duración de la historia…), pueden ser restricciones temáticas (comedia, drama, social, fantástico, «debes hablar sobre esto», «debes hablar sobre aquello»…), pueden ser restricciones modales (tono, atmósfera, ritmo…), pueden ser restricciones de muchos tipos. Cuando uno acepta el encargo de escribir un libreto o guion para otros, deberá asumir que el resultado final estará limitado por las restricciones impuestas por otros. Encontrar la historia que se acomode a esas restricciones suele ser difícil, pero el tiempo que se dedica a dar con ella no es tiempo perdido. Porque uno está enfocado. Y eso conduce normalmente a una escritura más rápida y eficiente.
¿Qué ocurre cuando un guionista o dramaturgo escribe para sí mismo, para su propio catálogo? Que no tiene restricciones. Y entonces sucede lo lógico: que corre el peligro de perderse. Aunque parezca un contrasentido, ayuda mucho imponerse restricciones cuando uno escribe sus propios materiales. Porque así uno se enfoca. ¿Qué restricciones? Las que sean («una obra en un solo acto», «una película protagonizada sólo por mujeres», «una historia para una sola localización»… ). ¿Con qué criterios? Los que sean (aunque, puestos a elegir, quizá vale la pena ser práctico y emplear aquellos que favorecen la viabilidad comercial).
Una vez establecidas las restricciones, es momento de imponerse el desafío de escribir la mejor historia posible, procurando que sea auténtica, imprimiéndole algo personal -tanto si el trabajo es propio como si es de encargo-, porque, cuando uno empieza la tarea de escribir, la historia… es suya. Y, estando enfocado, no tiene límites.